lunes, 9 de noviembre de 2009

Lo bueno de los acontecimientos es la misma subjetividad que los caracteriza. Y a qué apunto con esto: No hay una sola manera de ver las cosas. Es justamente gracias a eso que de todo podemos extraer algo positivo, y algo negativo, según desde dónde decidamos verlo. Lo bueno es que tenemos la posibilidad de elegir.
No elegimos todo lo que nos pasa, porque varios sucesos que nos repercuten están determinados por ajenos a nosotros, sobre los cuales, obviamente, no tenemos control directo. Pero lo que sí controlamos es cómo tomárnoslo, es decir, qué hacer con lo que nos tocó. No tenemos control sobre el otro, pero si sobre nosotros mismos.
Podemos vivir lo que nos pasa de mil maneras diversas, podemos vivir agravando o aplacando esas cosas que tenemos y no hubiésemos elegido. Podemos elegir el camino más fácil, acobardarnos y ubicarnos en rol de victima y vivir de la lastima de los demás; o podemos realmente hacer algo por nosotros. Desviar lo que aparentaba estar predestinado. Podemos escribir nuestro destino o creer que ya está escrito por alguien más.
Podemos vivir la mayor parte de nuestra vida tomándonosla de manera positiva o negativa; podemos ser héroes o declararnos cobardes. Yo propongo apuntar a las dos primeras.

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