domingo, 12 de abril de 2009








Sentada en su sillón de mimbre, intentaba enamorarse. Miraba a través de la ventana, sus ojos saltando de nube en nube. Lo soñaba. Invocaba cada una de sus virtudes, cada uno de sus defectos. Era atrayente la simpleza de poder pensar en alguien sin sufrir. Repasaba en su mente los detalles de lo que había llegado a conocer. Era consciente, sería amor soñado, nunca, ella pasaría de ser emisora de amor, a receptora del mismo. Era consciente, y lo aceptaba. Podría pensarlo cuando quisiera, cual un amor platónico, o una persona creada con rayones de imaginación. Sin embargo, él estaría ahí. La inspiración del cariño. La ilusión de un sentimiento inocente.
Y, ese atardecer, recostada en su sillón de mimbre lo soñó, a él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario